Bailar es sentir y expresar la música con tu cuerpo, sentir la magia de cada sonido y mover el espíritu al ritmo de los tambores, es expresar todo lo que sientes y lo que anhelas sin decir una sola palabra, es volar sin despegarte del piso, es viajar sin necesidad de cambiar de sitio. Bailar es contar historias en silencio, es mostrar pasión con los ojos, las manos, y los pies. La belleza de una mujer que baila puede solo compararse con la belleza de un atardecer, o un arcoíris, pues es una belleza que va más allá de tener una linda figura o una sonrisa perfecta; es una belleza natural, espiritual y mágica.
En mi vida no he tenido mayor bendición que crecer en un entorno de danza. La música y el significado de cada movimiento hacen que mi alma se llene de un yo-no-se-qué que disfruto con mi vida entera. La danza me ha enseñado que el equilibrio en tu vida se alcanza desde el interior. El dar y recibir en igual magnitud, el tener un lado masculino y uno femenino. ¿Qué hay de malo en querer darte un regalo a ti misma o gastarle un helado a alguien que no conozcas? ¿Por qué no podemos ser todos fuerza y decisión y a la vez ser una persona amorosa y sensible?. Quiero compartir la danza con todos los que me rodean no porque se vea hermoso (aunque sí lo es) sino porque al compartir la danza enseñándola, viéndola o presentándola ante un público, siento que le regalo un pedacito de mi alma al mundo, y siento que con cada movimiento y cada sonrisa logro comunicarle a la gente mis ideales, mis pensamientos, mis pasiones y mis miedos. Y ese ha sido y siempre será mi sueño.
Alguna vez alguien me dijo que mi súper poder era la conquista, y no lo entendí muy bien en el momento, pero ahora rijo mi vida bajo esta afirmación… porque al danzar se conquista, y al conquistar se comunica, al comunicar se ama y al amar todo se puede.
Autora: Carolina García Trujillo